lunes, 13 de septiembre de 2010

Liberarse de la maternidad

Cuando Madame Curie trabajaba al lado de su esposo, como su mejor colega, no dejaba de ser un ente extraño con bata blanca en los pasillos de la Sorbona. Pero para la mujer de hoy, al menos en la llamada sociedad occidental, ya no hay techos de cristal. Una de las conquistas más valiosas de esta “revolución” fue abrir a las mujeres las puertas de la educación. Las Universidades y las cátedras están hoy llenas de féminas que compiten, entre ellas y con los hombres, sin problema, en el mundo de las ideas. ¿Por qué tan valiosa esta conquista? Porque el conocimiento da al hombre un margen más amplio para el ejercicio de su libertad, obviamente con todos los riesgos que ello conlleva; riesgos que vale la pena afrontar porque la libertad nos hace más personas.


¿Ha sido libre la mujer a la hora de ser madre? A lo largo de la Historia y en todas las sociedades se ha visto como algo natural que la mujer desempeñara el papel de madre. Se ha visto a la maternidad como un hecho cultural que se disfrazaba con la máscara de “la biología es destino” ya que venía “impuesta” por una naturaleza heredada genéticamente, que subyugaba a la mujer de forma exclusiva a la función procreativa y de la que no podía sustraerse. El instinto de la conservación de la especie le obligaba a seguir el ciclo de la reproducción. Por ello, la mujer no habría tenido nunca un papel representativo en los ámbitos públicos y en la toma de decisiones, ya que era un animal condenado a la “producción” de seres humanos y obligada a su crianza. Eran los roles por los que la naturaleza esclavizaba a la mujer y la sometía en el espacio de lo privado, alejándola de otras posibilidades que la realizarían como ser humano. 

Pero en 1959, Gregory Pincus logra comercializar la famosa “píldora” en los Estados Unidos y, en 1961, se lanza también en Europa. Se inicia el proceso de la “liberación sexual” por el que la mujer ahora será “dueña” de su cuerpo, y puede disociar el acto sexual de las consecuencias de la procreación. La mujer “liberada” elige el cuando quiere ser madre. De la maternidad “impuesta por la naturaleza” se pasa a la “maternidad elegida”. (No discutimos ahora el aspecto ético de este hecho, sencillamente lo anotamos como un hecho social). Si las teorías de quienes pensaban la maternidad como un acontecimiento alienante estuvieran justificadas por la realidad, se puede pensar que ha llegado para la mujer la oportunidad de oro para liberarse de la maternidad que la naturaleza le imponía...
Pero ¿ha sido así? Eurostat a finales del año 2001, revelaba que en la Unión europea la edad promedio de mujeres que tenían hijos había subido de los 26 a los 30 años, y que en general se tendía a un solo hijo, pero el número de mujeres que elegían ser madres era igual o incluso mayor que en 1976. La realidad se impone, y aunque el índice de natalidad ha descendido vertiginosamente en los países del primer mundo, la mujer libre sigue eligiendo libremente ser madre, y ahora sí, por propia voluntad. ¿Por qué? ¿Será que para la mujer la maternidad no es un fenómeno de alineación sino una oportunidad de realización auténtica? La mujer de hoy elige ser madre porque sabe que así es feliz; hay algo que le invita a optar por este camino, y sabe que en él encontrará al menos el antídoto a lo que más teme una mujer: la soledad. 

Jean Lacroix, el gran colaborador de la revista Esprit, escribe en su libro “Persona y amor”: “Actuando nos recreamos continuamente. En el menor de nuestros actos está contenida la posibilidad de transfiguración de toda una vida”. Por eso, cuando una mujer elige ser madre, en ese acto se recrea nuevamente y lo hace para crecer en identificación personal con ella misma. Ya no podemos decir que lo hace condicionada por un instinto maternal que la obliga. El hombre se define en su libertad. Pero se es más libre cuando uno elige aquello que le hace crecer, que lo autentifica, que le ayuda ser sencillamente lo que es. La mujer es mujer, especialmente porque ella es madre, y solo ella. Lo siento amiga probeta, creo que te falta mucho para poder sustituir la grandeza del ser de una madre.

La madre, en la especie humana, no engendra, pare y protege solo unas crías. La madre concibe, da a luz y educa a seres humanos, seres para el amor, precisamente realizándose en el amor entendido como donación de sí. Concibe en un acto de amor, acepta el desarrollo de esta vida en su seno por amor, dará a luz por amor, y quedará ligada a este nuevo ser para siempre, porque el amor y la fidelidad van de la mano. Cada vez que una mujer elige y acepta ser madre, crece infinitamente en su dignidad como ser humano libre.

La mujer-madre es la puerta que conduce a una sociedad realmente humana. La maternidad es la esencia de la naturaleza femenina y dignifica la condición del hombre. La fuerza de la maternidad va más allá de los actos corporales que hacen a una mujer madre físicamente, porque nuestro cuerpo es instrumento de un lenguaje más profundo. La mujer libre que opta por el amor, es madre siempre, porque está siendo fiel a su misma naturaleza, no solo biológica, sino a su identidad de mujer libre.
ficticiamente estereotipada por las firmas comerciales....¿Liberarme de estas máscaras? Si, gracias.

La mujer actual tiene todavía muchas trabas que eliminar en su camino de liberación, pero no son precisamente la traba de la maternidad que define su genio femenino, sino las trabas con las que tropieza nuestra esencia, porque todavía tenemos miedo de ser...lo que somos: madres en el espíritu y en el cuerpo.

Felicidades madre, por ser lo que eres: mujer

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